Zapatero carece de apoyos para llevar una ley al Congreso y podría decantarse por dejar la ‘patata caliente’ a la próxima legislatura.
El Ejecutivo está bloqueado por los bandazos de la reforma de los convenios. Un día, los sindicatos y la patronal muestran su euforia. Al otro, se montan revoluciones de corte casero que alejan ese escenario. En mitad de esta guerra, no quiere pillarse los dedos y, mucho menos, asumir en solitario una reforma impopular. Según relatan fuentes próximas a Moncloa, a partir de ahora intentará seguir estirando hasta donde pueda los plazos para que, sencillamente, el paso del tiempo se encargue de enterrar el debate.
Los negociadores de la reforma de los convenios no son ajenos a esta estrategia. Según los medios consultados por este diario, son conscientes de que al Ejecutivo “le compensa estirar la goma”. Ellos son los primeros sorprendidos de que esta negociación siga viva, cuando, teóricamente, tenía que haberse cerrado el pasado 19 de marzo.
¿Por qué el Ejecutivo sigue dándoles tiempo? En los círculos de la patronal lo tienen claro. “El Gobierno no puede llevar al Parlamento una ley sobre este asunto porque no tiene apoyos. PNV y CiU no le ayudarán. Y el PP, aunque quiere hacer cambios en la materia, no está de acuerdo con todos los temas planteados”.
Desde esta óptica dudan del ultimátum que ayer el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, hizo a patronal y sindicatos. Según el ministro, si el 3 de junio no hay acuerdo, la reforma irá, “previsiblemente”, al siguiente Consejo de Ministros, esto es, el próximo 10 de junio. El motivo de la fecha elegida es que es “el día máximo” para asegurarse de que la tramitación de la reforma puede concluir antes del final de la legislatura.
“La ley podrá llegar al Congreso pero podrá quedarse ahí ad eternum”, relatan los mismo medios. Los plazos, según asumen los negociadores, son demasiado ajustados como para que los grupos críticos en el Parlamento, previsiblemente todos, den el brazo a torcer. De esta forma, la futura ley quedaría olvidada en una especie de limbo.
El efecto ‘sorpresa’
A estas alturas de la trama, aún hay voces que piensan que puede haber sorpresas. Una es la de Arturo Fernández, al frente de la patronal madrileña (Ceim).
Su organización ha impulsado una suerte de manifiesto para pedir un giro ambicioso en la reforma en ciernes. “Dar alternativas es enriquecer el debate”, comenta a EXPANSIÓN, mientras asegura que a Rosell “no le ha molestado que le hayamos pasado estas propuestas”.
A su juicio, es posible que el manifiesto de los indignados, impulsado gracias a las bases de Ceim, se plasme en el pacto. Entre otras cosas piden un contrato único con un despido de 20 días. “Estamos bastante cerca del acuerdo. Pero no se puede hacer nada light”, deja caer el presidente de Ceim. Pero este escenario se antoja imposible. Para añadir al acuerdo estas novedades habría que abrir otra ronda de consultas y no hay tiempo.
El barco se tambalea
Un grupo de 37 empresarios abandonó la semana pasada una renión clave en CEOE para demostrar su rechazo a la deriva de las negociaciones.
De repente, una foto
Cuando se creía que todo iba a saltar por los aires, patronal y sindicatos difundieron una fotografía, sugeriendo un principio de acuerdo.
Otras rutas
A petición de los agentes sociales, el Gobierno ha abierto una nueva mesa para revisar el contrato de formación y a tiempo parcial.
Fuente: Expansión – 27 Mayo 2011
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